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La evolución del maquillaje a través del tiempo

La evolución del maquillaje a través del tiempo

La evolución del maquillaje a través del tiempo

Desde nuestros comienzos, el decorar la piel y otras partes visibles del cuerpo para resaltarlas ha sido parte de nosotros. Esta práctica es lo que conocemos como maquillaje, palabra que proviene de maquillaje, una pintura para el rostro que utilizaban los actores de teatro en Francia en el siglo XIX.

La necesidad humana de comunicar, transmitir y generar reacciones a través de pintar el cuerpo y el rostro es más antigua de lo que uno cree, llegando a tener sus comienzos en la Prehistoria y siendo hallada en todas las sociedades a lo largo del tiempo.

Si bien el maquillaje podía llegar a ser usado con fines saludables, muchas veces podía tener resultados fatales. En el pasado, el maquillaje solía hacerse con compuestos letales como el arsénico o el plomo, siendo usados en polvos. Los rostros pálidos se consideraban hermosos, por lo que muchas mujeres utilizaban polvo de plomo para aclarar sus rostros.

Los productos de belleza que ahora tenemos son el resultado de investigaciones y avances tecnológicos que buscan promover el bienestar y resaltar nuestra belleza natural. En la actualidad podemos acceder a cosméticos y maquillaje para cualquier tipo ocasión.

Con la popularidad creciente del maquillaje, la industria se ha convertido beneficiosa económicamente, pudiendo crear líneas que combinan el trabajo de cosmetólogos, dermatólogos e, incluso, celebridades de redes sociales.         Sin duda, hemos recorrido un largo camino. Pero ¿alguna vez te preguntaste como llegamos a la actualidad?

Una larga historia

Como bien mencionamos anteriormente, los inicios del maquillaje datan de la Prehistoria. A través de una base de arcilla que se dispersaba en el rostro y otras partes del cuerpo, las personas demostraban como se sentían. Las mujeres de la Edad de Piedra se hacían manchones de barro de color, probablemente rojo.

Por su parte, los cazadores y danzantes de la Edad de Bronce pintaban su cuerpo de rojo y negro, a la vez que cubrían su cabello de alguna arcilla para protegerse de los rayos del sol.

A los egipcios les debemos el descubrimiento de varios materiales cosméticos que se utilizan actualmente, como el kohl y la henna. Hombres y mujeres, por igual, sin importar a que clase pertenecían, decoraban sus ojos con sombras y delineadores de kohl verde oscuro, negro o azul. El kohl era mezclado con agua y se creía que tenía varios fines: evitar el mal de ojo, proteger los ojos del sol, embellecerlos y repeler los insectos. En la actualidad, se cree que el plomo que contenía podría haberlos mantenido saludables, debido a que eliminaba las bacterias.

 

Con el fin de conseguir un tono rojizo en mejillas y labios se usaba óxido de hierro humedecido.

 

El aceite de ricino era utilizado como bálsamo protector. Los romanos explicaban que esta sociedad también usaba cremas de cera de abejas, aceite de oliva y agua de rosas, entre otras cosas. De Egipto surgen incluso los primeros sueros antiarrugas.

 

Los griegos fueron quienes impulsaron en Europa gran cantidad de productos de belleza, fórmulas cosméticas, el culto al cuerpo y el baño. Es decir, Grecia fue la fundadora del concepto de la estética en el continente.

Se consumía comino diariamente y se blanqueaban la piel con ceros y albayalde para diferenciarse de los campesinos, quienes poseían un color más oscuro debido a las largas exposiciones solares.

El kohl negro y azul se usaba en los parpados, las cejas se perfilaban y los labios junto con las mejillas se maquillaban de rojo vino. El cabello, a su vez, se teñía de rubio y se llevaba suelto y rizado.

En el 3000 A.C., mujeres y hombres de China y Japón realizaban prácticas de belleza que son asociadas con las actuales. Los chinos pintaban sus uñas para representar el estatus social. El Dorado y el plateado simbolizaba a la clase real, mientras que el rojo y el negro a las restantes. Las clases bajas tenían prohibido usar colores brillantes. Por su parte, en Japón, los pétalos de cártamo se trituraban para agregar color a los labios y cejas de las geishas y el polvo de arroz se utilizaba en la cara.

Durante la Edad Media, el cuidado de la piel se consideró indigno y ofensivo. El uso del maquillaje solo era permitido en eventos importantes o si la mujer pretendía conquistar a un hombre.  Los tonos rojizos se extraían del vino. Al mezclarse con cera de abeja u otro bálsamo, se formaba una crema para darle color a los labios.

Ya en el Renacimiento, el maquillaje era más aceptado. La frente se depilaba para aumentar su tamaño, mientras que las cejas se dejaban muy finas y arqueadas, levemente redondeadas o desaparecían. Para los ojos se utilizaba kohl y granadina en las mejillas para un rubor rojo.

 

Los siglos XVII y XVIII están marcados por una profunda obsesión de mujeres y hombres, por igual por el maquillaje y los perfumes. En la cara se aplicaba una pintura y polvo de arroz y harina logrando un blanco impoluto, las mejillas eran de un rojo brillante, las cejas se perfilaban, en el párpado se aplicaba azul o verde y un rojo oscuro en forma de corazón en los labios. Los lunares cobran gran importancia, siendo considerados estéticos. Se los pintaba o se hacían en terciopelo.

El siglo XIX es, tal vez, uno de los períodos más extraños para la estética. El ideal era aparentar estar enferma, por lo tanto, se buscaba conseguir una piel pálida o blanquecina, con ojeras marcadas en azul, mejillas en rosa pálido y labios carmesí.

 

El auge del maquillaje tiene lugar a partir de 1910, aunque sigue manteniéndose de aspecto natural y con tratamientos de limpieza profunda.

 

La década de 1920 es influenciada por flameros y actrices, quienes impusieron looks juveniles y estridentes. Los labios se delineaban más pequeños de su tamaño natural y se pintaban de rojo. A su vez, las pestañas definidas y sombras oscuras se convirtieron en tendencia.

 Hollywood es el ideal en los años 30, con cejas extremadamente finas y un estilo glamuroso.

La Segunda Guerra Mundial impacta afecta todos los ámbitos. El rostro es más natural, con un ligero rubor, labios de rojo intenso y cejas arregladas de grosor medio y cepilladas o levemente dibujadas.

 La posguerra da lugar a un look seductor: piel “melocotón”, labios rojo anaranjado, delineador “feline flick”, mascará de pestañas y sombras, pasteles en verde, azul, amarillo y rosa.

Twiggy es el ideal en los 60. Delineador grueso, pestañas postizas, labios suaves y sombras brillantes.

En 1970 el bronceador es la estrella, combinado con polvos de perlas y brillo de labios transparente.

 

En los 80 todos es brillo y color. El maquillaje es exagerado y llamativo: mascará de pestañas, sombras de ojos vibrantes en azul, violeta, verde o fucsia, delineador recargado y cejas pobladas.

1990 es lo opuesto. Siguiendo las líneas del minimalismo, el rostro es fresco y luminoso, el labial es marrón, morado o bordo y se delineaba con un color oscuro.

Los 2000 son representados por un estilo femenino, con labios brillantes y sombras de ojos en tonos azules y plateados. Las cejas se depilan más delgadas conformando un arco.

Luego de un largo camino llegamos, por fin, a la actualidad. No hay dudas de que los tiempos modernos están marcados por el dramatismo. Los labios son más gruesos, las pestañas son recargadas y el rostro lleva la gran técnica amiga, el contorno.

 

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